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Diario de viaje: Día 18

Me desperté temprano y fui a pasear al centro. Mi plan era descansar un día y de paso aprovechar para conocer un poco las Villa La Angostura. En particular, quería ir al bosque de arrayanes, ya que me habían dicho que era un lugar muy lindo. Así que luego de pasear un rato, me dirigí hacia la oficina de turismo para obtener un poco de información sobre el bosque. Allí me dijeron que solo se podía acceder al sendero hasta las 13:00, así que volví al camping con intenciones de partir inmediatamente hacia el lugar.


El sendero tenia 12km de largo, lo cual representaba tres horas de ida y tres horas de vuelta de trekking. Eso sin contar los 3km que había desde el camping hasta la entrada al sendero. El tiempo se reducía a mas de la mitad si decidía ir en bicicleta, así que desarmé las alforjas y partí pedaleando. Era muy raro sentir la bici tan liviana devuelta.

Mirador
Cuando llegué a la entrada del sendero, me dirigí a la oficina de administración del lugar para pagar la entrada. Cuando estaba a punto de pagar, me di cuenta que me había olvidado la plata en el camping ¡Que boludo! Por suerte, las señoras que atendían me hicieron el favor de hacerme pasar gratis. ¡Que bien me salió! (?).

Mirador
Durante el primer kilómetro del sendero, como medida de seguridad, no estaba permitido montar la bicicleta. De todas formas, el sendero era demasiado difícil y empinado como para ir pedaleando. De hecho, aveces era tan empinado y presentaba escalones tan grades que me obligaba a llevar la bicicleta al hombro, lo cual era bastante extenuante. Después de todo, el día no estaba siendo tan de "descanso".

Bosque de arrayanes
Una vez pasados los primeros mil metros, me subí a la bici y comencé a pedalear, me faltaban 11km para el bosque de arrayanes. Durante el camino fui parando en los miradores que iba encontrando y saqué unas cuantas fotos. Las vistas eran muy lindas, al igual que el camino en sí. Mientras andaba, me crucé a varios ciclistas que, al parecer, estaban entrenando allí. Parecía un buen lugar para entrenar ya que tenia muchas subidas.

Orilla del lago
Una vez en el bosque, estacioné la bici y fui a recorrer un poco a pie. La mayoría de la gente suele recorrer el sendero y luego regresar en catamarán, pero el pasaje era caro así que volvería por donde vine. Paseé un rato por el bosque de arrayanes disfrutando en presencia de aquellos arboles y su color tan particular. Luego, tras descansar un rato a la orilla del lago, emprendí el regreso. En un momento, mientras volvía, noté de pronto una sensación extraña en la rueda delantera de la bici. Había pinchado. En esa rueda tenia liquido anti pinchaduras así que, tras verificar que no tuviera ninguna espina clavada, la volví a inflar para ver si podía aguantar hasta llegar al camping. Por suerte, así fue.

La pandilla
Devuelta en el camping, comí algo, me bañe y me puse a dejar a punto la bici para lo que sería la última jornada de pedaleo al día siguiente. Limpie la transmisión (que estaba MUY sucia), parcheé la cámara pinchada, verifiqué las cámaras de repuesto y ajusté un poco los frenos. Mientras hacía todo esto, apareció una pandilla de gallinas liderada por un gran gallo a observarme mientras trabajaba.

Mas tarde, mi ya moribundo celular tuvo otro ataque y murió de nuevo. Tras varios intentos algo rebuscados, pude prenderlo devuelta. Otras vez, un alivio.

Me fui a dormir, al otro día me esperaba mi último día de ruta.

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