El siguiente destino era Las lajas, a 160km de allí. El plan era cubrirlo el dos días pasando la noche al costado de la ruta. Quería cubrir la mayoría de la distancia en el primer día para luego pedalear mas relajado al siguiente.
Pero como muchas cosas de este viaje, las cosas no sucedieron según lo planeado.
Resulta que aquel fuerte viento que soplaba, me jugaba a favor ya que me pegaba un poco de costado y un poco de atrás lo cual me permitía ir a una buena velocidad sin esforzarme. Incluso las subidas las hacia rápido, como si el viento me gritara desde atrás "¡No frenes!".
Aprovechando la mañana |
Pobre, le esperaban 70km con viento en contra hasta Chos Malal.
Terminé de comer y le pedí agua a un señor que vi afuera de una casa y llené mis botellas. Le pregunté como era el camino por delante y me dijo que era todo bajada a excepción de una subidita corta. Si bien yo sabia que tenia que agarrar aquellas palabras con pinzas, no pude evitar entusiasmarme y partí inmediatamente para avanzar lo que mas pueda ese día.
El señor tenia razón, el camino era en bajada, pero yo me había olvidado de algo: el viento. Ahora el viento me pegaba de costado y, si bien no me frenaba, no me permitía agarrar buena velocidad ya que las ráfagas me hacían perder el control de la bici. De todas formas no iba lento y fui cubriendo buena distancia.
El paisaje había cambiado, ahora me encontraba en el medio de campo y no era una vista demasiado agradable. En un momento la ruta se ensanchó bruscamente y en vez de ser de pavimento, eran como planchas de cemento. Mas tarde me enteré de que aquello era una pista de aterrizaje que hay en el medio de la ruta. Flashero.
Dibujo rupestre de un Choique (lo saque de google) |
Para ese momento ya había avanzado 115km, y una idea rondaba en mi cabeza: llegar a Las Lajas ese mismo día. Seguí pedaleando sin pensar demasiado en eso.
En un momento, vi que el camino comenzaba a subir y paré a comerme una barrita de cereal, ya estaba bastante cansado. Vi que venia una camioneta y tiré un pulgar pescador. La camioneta paró. Le pregunté si me podía llevar hasta Las Lajas pero resulta que el iba hasta un pueblo llamado El Agrio, a 15km de donde estábamos. Me ofreció llevarme hasta el cruce y acepté. Mientras me llevaba, le conté sobre el choique y me dijo que ellos suelen cazarlos para comer y que son mortalmente peligrosos si se enojan.
Aquellos 15km que hice en camioneta eran en su mayoría subida, hubiera tardado horas en hacerlo pedaleando.
Cuando me bajé, le agradecí al hombre y seguí pedaleando. Solo quedaban 30km y tenia un par de horas de luz diurna todavía. "Una papa" pensé, pero otra vez me había olvidado de lo mismo: el viento.
Los siguientes 5km fueron en bajada pero el viento de costado me obligaba a controlar la velocidad para no perder el control. Luego, el camino dobló hacia la derecha haciendo que aquel fuerte viento me pegue de frente. Los siguientes 25km fueron la muerte.
Avanzaba muy lentamente y con esfuerzo. El camino, que era un constante subibaja de pequeñas cuestas, no ayudaba en nada. Estaba cerca de llegar a destino, pero aquel viento multiplicaba la distancia por tres. Varias veces me pasó por la cabeza la idea de rendirme y armar la carpa ahí nomas. De pronto apareció el pueblo a lo lejos y eso me motivó. "Voy a llegar carajo". Pero el maldito camino doblaba de acá para allá en vez de avanzar directo hacia La Lajas. Así que tardé mas de lo pensaba.
Con el traste muy adolorido, las piernas sin fuerza y una gloriosa sensación de victoria, logré llegar a Las Lajas. Había pedaleado 145km, nunca había pedaleado tanta distancia en un día, ni siquiera entrenando.
Busqué el camping, compré unas cosas en el centro, llamé a mis viejos, cené y me fui a dormir. Me merecía un buen descanso. Al otro día partiría para la ciudad de Zapala.
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